Ya estoy cansado de
dar demasiado y no recibir nada a cambio, estoy cansado de ser el tonto que
lleva diez meses detrás de su mejor amigo, que llora, ríe, se hace ilusiones y
que esas ilusiones los días que más falta hacen se las lleve el viento como si
se tratara de la última hoja de un árbol muerto, dejándome vacío, seco por
dentro, dejándome muerto.
Estoy sorprendido de
que como en una semana que me voy a Alemania todo cambia, las personas que no creía
muy importantes se convierten en mis mejores amigos, mis mejores apoyos. Y los
que creía que lo eran se convierten en colegas, con los que casi no hablas, y
cuando lo haces ni te despides con un “te quiero” cuando acabas. Y aquellas
personas que veías y decías que nunca encajaríais os convertís en íntimos y de
un día a otro os lo contáis todos.
No sé cómo los
mismos que un día se llamaban “hermanos” han podido acabar así, pero si hemos
acabado así está claro que es porque los dos lo hemos querido, no sé si
estaremos como antes algún día, pero yo ahora mismo no me preocupo por eso.
Y tampoco sé cómo
el, nosotros, los mejores amigos, y los “novios” nos hemos podido distanciar
tanto. El primer día ni me recoges en el aeropuerto, el segundo ni me hablas más
de dos veces, y al tercero explotamos y nos peleamos a muerte. No te reconozco,
desafiante, distante y cabizbajo. Como has cambiado en una semana de ser el
chico de mis sueños a ser este cretino.
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